LAS DROGAS EN EL TERCER REICH (1939-1945)

“El nacional socialismo fue, literalmente tóxico” (Norman Ohler)

“HIGH HITLER: Las Drogas en el Tercer Reich”, es un libro escrito por el escritor Norman Ohler, y publicado en el año 2016. El título original en alemán es “Der totale Rausch” en castellano se podría traducir como “Intoxicación total” o “La total intoxicación”. Un título fuerte que examina el rol que jugaron los estupefacientes no sólo en la sociedad alemana durante la segunda guerra mundial, sino que también en su propio líder Adolf Hitler.

Los pormenores generales de los contenidos de esta obra serán expuestos a continuación, y es que esta problemática de alguna manera tiene que ver con la historia de nuestra ciudad de Praga, puesto que entre 1939 y 1945 formó parte del Tercer Reich, y por lo mismo fue partícipe y víctima directa de lo que a continuación vamos a exponer.

Materia conocida es que Alemania fue uno los precursores de la famosa revolución industrial, junto con el Reino Unido y los Estados Unidos. Esta época se destaca por el desarrollo de la industria de acero pesado, y la innovación en tecnologías que trajeron por consecuencia novedades como el telégrafo, y el mismo teléfono que, junto con ferrocarriles y vapores, permitieron expandir las comunicaciones mundiales de forma tal que cambiaron la vida de los pueblos para siempre.

Pero esta revolución no se da únicamente en estos ámbitos del producir humano, sino que también hay un aspecto en lo que respecta a los avances médicos y farmacéuticos, y nadie aquí aportó tanto como los países teutónicos.

No es sino en los estados germánicos donde se desarrolló, entre otras cosas, la famosa y tan cotidiana aspirina (1899), el medicamento del siglo como fue denominado en su momento. Pero ya a comienzos del siglo XIX, se aisló del Opio -planta usada con fines medicinales y sicotrópicos de tiempos inmemoriales-, lo que hoy denominamos Morfina, popular y demandado sedante utilizado con diferentes fines hasta la actualidad. Morfeo, dios del sueño en la tradición grecolatina, es el nombre inspirador de este medicamento descubierto en pleno auge del romanticismo alemán que lo bautizara de esta manera tan poética.

De ella décadas más tarde se desarrollará la Heroína, cuyo uso hoy es considerado de altísimo riesgo a sazón de la dependencia fisiológica que provoca. Lo que nos interesa destacar es que todas estas sustancias fueron desarrolladas en Alemania y patentadas por laboratorios germanos como los prestigiosos BAYER. La famosa Cocaína (también patentada por primera vez por el laboratorio antes mencionado) es, diríamos, una invención alemana pues no fueron sino científicos de origen germano, los que aislaron el susodicho nitrato por primera vez, a mediados del siglo XIX, de la milenaria hoja de coca, utilizada durante siglos por las sociedades andinas de América del sur, con fines estimulantes, medicinales aun religiosos.

Las sociedades germánicas podemos darnos cuenta han tenido un vínculo estrecho y de primera mano en lo que respecta al trato y uso (y sin duda abuso), de toda clase de estupefacientes y drogas, antecedente importante que permite comprender- ha de sostener el autor del libro- el consumo y el rol que estas y otras sustancias jugaron en la segunda guerra mundial.

(Sigmund Freud 1856-1939, de origen checo-moravo judío, pero educado en Viena, es uno de los primeros que experimentó los efectos de la Cocaína, conociendo tanto sus beneficios como sus nefastos efectos secundarios.)

2

Todas estas sustancias son utilizadas desde entonces por millones de personas. La morfina por ejemplo inmediatamente se popularizó en las campañas militares, en efecto fue dispensada para aliviar el dolor de los heridos y soldados en conflictos tales como las guerras franco-austro prusianas (1848-1870), la guerra de secesión estadounidense (1861-1865), y por supuesto que en la primera guerra mundial que estalló en Europa en 1914. Lo mismo cabe decir de la cocaína, droga favorita de los aviadores alemanes que con el vértigo de los combates necesitaban estar altamente estimulados.

La derrota teutona en 1918, y las nefastas consecuencias económicas, políticas y sociales, sin duda desmoralizaron al pueblo alemán, dejado a la deriva producto de las pocas expectativas que existía para la inmensa mayoría de la población. Millones de personas buscando evadir esta realidad buscaron cobijo en el uso de diferentes estupefacientes, entre ellos la temible heroína. Por otra parte, la producción de cocaína mundial, era consumida casi íntegramente en Alemania durante la década de 1920, y sin duda estas sustancias se convirtieron en un flagelo social, que alarmaba la salud pública durante la república de Weimar (1918-1933)

(la bohemia vida de Berlín en el período entreguerras, 1918-1933, se destaca también por la decadencia y vicios en los que incurrían sistemáticamente sus habitantes, mostrando muchas veces un panorama humano no muy alentador.)

El movimiento nacionalsocialista o NAZI, que crecía en adeptos y en simpatías en esta época de acentuada crisis, tenía un fuerte y decidido discurso contra las drogas, pues el vigor de la raza aria y el pueblo se veía altamente amenazado por las dependencias y vicios tales como el alcoholismo y la drogadicción. Por lo mismo todo el aparato propagandístico estaba dirigido a desarrollar otra clase de valores, tales como el deporte, la vida saludable y productiva. Muchas drogas fueron estrictamente prohibidas y algunos drogodependientes no solamente fueron encerrados en sanatorios, sino que aún fueron objeto de eutanasia, pues se temía que sus degradados genes podrían ser transmitidos a la posteridad y así ensuciar la excelencia racial alemana.

Su líder y carisma principal Adolf Hitler, era presentado como un ejemplo de los buenos hábitos y costumbres virtuosas, pues no ingería una gota de alcohol, y además tenía una dieta alimenticia vegetariana. El Fuhrer en efecto, se jactó de esto último toda su vida; al compartir la mesa con gente que ingería carne no guardaba el disimulo de recriminarles que comían cadáveres. Pero esta pancarta de “vida sana” como muchas del régimen hitleriano no pasaron de ser una franca hipocresía, pues el sostenido consumo de sustancias, de alto riesgo para la población, fue casi un imperativo, aún antes del estallido de la guerra.

En 1939, en Alemania se empezó a vender y a incentivar el consumo de la metanfetamina, bajo el nombre de Pervitín. Este estimulante gozaba de gran fama, pues provocaba entusiasmo y euforia, quitaba el apetito, y permitía mantener mayor tiempo la concentración en las personas. En la década de los treinta el régimen nazi estaba en crecimiento, pues obtenía grandes resultados económicos; gozaba de ocupación plena, gran mérito considerando que, al comenzar el régimen en 1933, existía un desempleo de más de la mitad de la población. Al mismo tiempo la producción industrial alemana había sufrido un verdadero milagro, logrando obtener cifras comparables a las de antes de la primera guerra mundial. Pero claro, todo esto no era gratuito, pues una sociedad productiva, necesitaba sus estimulantes, y por lo mismo sustancias como el Pervitín, fueron comercializadas y aún objeto de elogios por parte de la ciencia alemana, pues los obreros y aún las dueñas de casa mejoraban ampliamente su eficiencia en sus respectivas tareas bajo los efectos de este milagroso medicamento.

Fue tanta las expectativas que despertó en su momento, que hasta se vendía a la población abiertamente en bombones, dulces de chocolates mezclados con altas dosis de metanfetamina. Algunos médicos llegaron incluso a tenerla como un medicamento susceptible de ser recomendado para gente reacia al trabajo, vagos, depresivos y aún drogadictos, es decir, el Pervitín podía incluso servir de sustituto a sustancias consideradas por aquel entonces dañinas.

(Propaganda comercial de una ama de casa aria, gozando de sus “estimulantes” bombones)

Pero claro, lo que no se comentaba en demasiada eran de los efectos secundarios de esta sustancia. Y es que el abuso de esta droga, genera una serie de problemas a la salud, como por ejemplo el deterioro de los neurotransmisores, lo que puede reflejarse en trastornos del lenguaje, asimismo, deficiencias motoras, falta de atención, depresiones, problemas cognitivos, riesgos cardiovasculares, cerebrales, etc., y la única manera de solventar estas carencias es justamente recurriendo a su consumo, siendo por lo demás, necesariamente mayor, y es que el cuerpo reclama subir las dosis, pues en efecto, se haya más deteriorado, realizándose así la espiral del círculo vicioso. La adicción.

En otras palabras, se trata de una droga altamente peligrosa, tenida actualmente como un flagelo de la sociedad que aún hoy consume la vida de cientos de miles de personas en Europa. Cabe decir que su comercialización y aún producción está estrictamente prohibida, pero laboratorios clandestinos siguen elaborándola en millones de dosis diarias. Sin embargo, para la ciencia nazi, era una sustancia milagrosa y un motor que posibilitaba el desarrollo material y económico del Tercer Reich, más todavía cuando estalló en septiembre de 1939 la segunda guerra mundial.

Los nazis, aplicaron lo que hoy se conoce como la “Guerra Relámpago” o Blitzkrieg, que tuvo un éxito asombroso especialmente en el frente Occidental durante los primeros meses del conflicto. Los tanques y el ejército de tierra teutón en pocas semanas avanzaron y ocuparon más de lo que Alemania había logrado en 5 años en la primera guerra mundial, y más de lo que probablemente habían alcanzado en todos los conflictos bélicos de su historia. El efecto sorpresa fue el secreto del éxito de esta operación que trajo por consecuencia la rápida sujeción de Bélgica, Holanda, Dinamarca y Francia.

Pero para esto fue necesario que el ejército estuviese lo suficientemente estimulado; más de 35 millones de dosis de pervitín fueron dispensadas a los soldados, aun oficiales, generales y mariscales. La pervitina permitía que los soldados estuviesen en vigilias días completos, a veces podían estar hasta tres jornadas sin dormir, avanzando y arrasando con todo lo que tenían a su paso. De todas maneras, el uso de esta droga ya había traído resultados interesantes en la ocupación de Polonia, y nada más se venía a confirmar ahora su eficiencia en el Oeste.

(El mariscal Romel, empezó a edificar el mito y su fama al ser el artífice de la “guerra relámpago”, encabezando el implacable avance de los Panzers, o tanques de la Werhmar)

De alguna manera, El nacionalsocialismo edificaba sus glorias políticas y militares, en gran medida gracias a una población absolutamente dopada, adicta y dependiente de la metanfetamina. Ahora esta intoxicación consciente de un país nunca distinguió clases, rangos, ni jerarquías, pues uno a uno sus más altos referentes caerían en diversas adicciones, incluyendo aun aquel que aparentemente debía dar el máximo ejemplo de integridad y de vida sana en el Reich, sí, nos referimos al mismísimo Adolf Hitler.

La sociedad alemana, estaba sometida a una serie de exigencias productivas, y su mismísimo líder no estaba exento de este desafío. Su apretada agenda le obligaba a presentarse con el mejor talante en cada situación, pues por lo mismo fue preciso que cuidara de la mejor manera su salud, pues cualquier impedimento significaba poner un obstáculo a sus responsabilidades. Fue necesario por lo tanto que tuviese un médico personal, el escogido por el mismo Conductor del destino del pueblo alemán, se llamó Theo Morell.

Según se cuenta Hitler a mediados de la década del 30 presentó una insuficiencia en la flora intestinal, el doctor Morell, consideró entonces adecuado inyectar vía venosa una serie de vitaminas y glucosa en el cuerpo del dictador. No solamente éste último notó una gran mejoría en su digestión, sino que además se sintió con bastante ánimo y entusiasmo, y este brote energético era precisamente lo que necesitaba para sobrellevar sus agitadas preocupaciones.

Pues Hitler, debía dar largos discursos ante cientos de miles, o bien ante los jerarcas del régimen y del partido, ante ellos, y todos y todas, debía mostrarse siempre vivaz, pues necesitaba transmitir ese carisma potente e implacable que lo había convertido en lo que era, por lo mismo, empezó a exigir de su doctor frecuentes inyecciones de vitaminas. Sin embargo, las vitaminas rápidamente darían paso a otras sustancias cada vez más potentes, más estimulantes, pero por lo mismo más peligrosas y adictivas.

El rol de esta clase de estímulos, incluso, se considera de alguna manera, decisivo en la caída de Checoeslovaquia. Meses antes del estallido de la guerra, el gobernador checo interino Emil Hacha, ante la exigencia de Hitler en Praga, de firmar el fin de la república checoeslovaca ante su presencia, el octogenario caballero sufrió una descompensación y perdió el conocimiento. El dictador, sin embargo, sabía bastante bien cómo las personas pueden reanimarse y ordenó a su buen Morell, que estaba allí presente, que le diese una buena inyección con sus muy apreciadas “vitaminas”, y así se puso en pie de nuevo y Hacha puso su rúbrica, creándose el “Protectorado de Bohemia y Moravia” el día 15 de marzo de 1939.

Los contantes achaques de Hitler debido a sus obligaciones, reveses de la guerra y otra clase de preocupaciones, fueron que éste se hiciese cada vez más dependientes de los estupefacientes que le inyectaba su médico de cabecera, que se convirtió rápidamente en una de las personas más cercanas y aún más apreciada por el dictador. La droga además mejoraba muchísimo el ánimo del mandamás alemán, y el efecto de las sustancias infringían en él, el entusiasmo y la euforia precisa para afrontar el mandato total del Estado alemán sumergido en una guerra cada vez más difícil de controlar.

En efecto, tras el desastre de Stalingrado (febrero de 1943) – resultados de decisiones inadecuadas tomadas por el mismo fuhrer- comienza el fin del fin del Tercer Reich. La tragedia de esta cada día más evidente realidad, era menester combatirla con sicotrópicos que al menos la alterasen temporalmente y de forma ilusoria desde luego. Por lo mismo, el doctor Morell, víctima también de las altas exigencias de su paciente, debió cambiar de medicamentos y optó por una droga llamada Eukodal.

EL Eukodal es una mezcla de Cocaína y morfina. Cuando se trata de pergeñar algo realmente pérfido, hay que contar con los alemanes.” Estas son las palabras de William Burroughs célebre escritor estadounidense, que al igual que Hitler padeció la adicción a drogas químicas duras. Desde entonces el dictador, se hizo adicto, y diariamente se “colocaba” con esta sustancia, para ganar en moral y en fuerzas frente a una guerra que en definitiva se perdía.

Cada vez que el efecto traía consigo sus sensaciones relajantes y reparadoras, Hitler agradecía cálidamente el servicio de su médico y camello Morell, que mirándole tímidamente terminaba de dispensar los vaivenes higiénicos de cada inyección, acicate anímico exigido religiosamente por el líder y jerarca nazi. El efecto de estas drogas era tan potente, que muchos del círculo de la nomenclatura creían ver todavía un líder vigoroso rebosante en salud y fuerte en ánimo y decisiones, pero acabado “el viaje” venían los dolores y las carencias, era allí entonces que a cualquier hora del día y de la noche aparecía el doctor Morell para arreglar todo con un pinchazo. Sin duda, la salud del Führer se deterioraba progresivamente.

Pero las dependencias de nuestro dictador no quedaron allí, sino que sus exigencias fueron siendo cada vez más curiosas, y cómo buen adicto despertó su interés por ser sometido a más y más sustancias, incluyendo la cocaína un flagelo que ideológicamente los nazis tanto aborrecían, considerándola como el veneno judío. El libro que hemos venido comentando rescata la siguiente cita en voz del mismo Hitler: “Que bien tenerle aquí doctor. La cocaína es fabulosa, me alegro de que haya encontrado la medicina adecuada. Líbreme de nuevo de estos dolores de cabeza por algún tiempo”

Pero en realidad el jefe del régimen nazi, estaba en una fase de autodestrucción, su salud, su aspecto, fue delatando la merma de sus capacidades, sus delirios y cambios de humores fueron de a poco desacreditándole incluso dentro de su círculo más próximo. Según se dice, el dictador en algo más de 3 años fue sometido a más de 800 inyecciones, que a la larga dañaron sus venas, sus brazos. En noviembre de 1944 el diario del doctor Morell “el dealer o el camello” de nuestro insigne paciente dice: “Hoy he prescindido de las inyecciones para que los pinchazos cicatricen en condiciones. El pliegue del codo derecho está bien, el derecho todavía presenta puntos rojos (pero sin pus) donde habían punciones” a esto añade el autor del libro, “Cada punzada provocaba una herida nueva que se sumaba a la anterior y formaba una costra alargada, la típica “cremallera” de los yonquis de estación de tren”.

Y volviendo a los pormenores de los frentes de guerra, digamos que a finales de 1944, mientras el dictador se consumía en sus adicciones y delirios, cientos de miles seguían sirviéndose de la célebre pervitina, pero ahora ya no se utilizaba para sorprender y avanzar sobre nadie en ningún rincón del orbe, sino para escapar lo más raudamente. En el frente oriental, los tanques alemanes recorrían 100 kilómetros diarios sin detención con relevos de conductores que absolutamente intoxicados en metanfetamina no dormían hasta alcanzar el objetivo y así evitar caer prisioneros de los soviéticos.

 

                                                                                                      

Otro episodio patético y terrible se añade a la historia del Reich alemán, que a luz de recientes investigaciones se ha demostrado que estuvo encabezado por un total megalomaniaco drogadicto. Esas típicas imágenes de Hitler tan expresivo, tan carismático, tan encolerizado y frenético, al parecer fueron producto de que estaba y vivía literalmente colocado, cosa por lo demás que no se remitía únicamente a él, otros jerarcas del partido nacionalsocialista, como Goering, también padecían adicciones, en este caso el jefe de la aviación alemana era un morfinómano total. Y el gran compañero de trinchera de Adolf Hitler, amigo y fundador de las SA, el general Ernst Rohm, asesinado por orden del dictador en 1934, tuvo una vida escandalosa, alcohólico y drogadicto excesivo, y aún homosexual. Decimos esto último porque el movimiento nazi era absolutamente homofóbico, sin embargo, su propia historia demuestra que todo estaba fundado en la más absolutas hipocresías.

Por último, otro episodio negro que se añade a la historia de las drogas en el Tercer Reich tiene que ver con los experimentos “médicos” que se realizaron en la gran mayoría de campos de concentración. Los nazis, en plena desesperación, buscaron milagros, para revertir lo irrevertible, el avance soviético y aliado en la Europa ocupada. Se buscó entre otras cosas maximizar el rendimiento de los soldados con estupefacientes nuevos, que debían ser desde luego experimentados previamente ¿Y quiénes fueron los conejillos de indias? Por supuesto que judíos y prisioneros del ejército rojo. Toda clase de mezclas de fármacos y toxinas se les dispensaban y tras su consumo, esta gente era obligada a mantenerse despierta durante días, realizando caminatas constantes para probar resistencias y así evaluar hasta qué punto eran eficientes las nuevas medicinas. Otra manera que adoptó la tortura, otra cara monstruosa del Tercer Reich.

El régimen nazi fue sin duda la experiencia más patética, brutal y lamentable de toda la historia de Alemania, un episodio oscuro que puso tinieblas sobre el espíritu en un pueblo particularmente fértil y creativo. Artistas, científicos e inigualables genios en todos los ámbitos del obrar humano han dado las naciones germánicas. Sin embargo, el veneno de la xenofobia, el culto abierto al ejercicio sistemático del crimen y la violencia, la intolerancia, el odio y el temor desmedido ante la diferencia y lo otro, trajo finalmente la destrucción total de la nación alemana. Resulta impactante pensar que un país tan inmensamente rico y profundo, terminó siendo controlado por un “yonki” que por lo demás fue venerado por muchos de ese mismo pueblo como un dios omnipotente e infalible. Para reflexionar y no olvidar.

Andrés Vidal Domínguez.

Santiago, CHILE, diciembre 2016.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Utilizamos cookies propias y de terceros para obtener datos estadísticos de la navegación de nuestros usuarios y mejorar nuestros servicios. Si acepta o continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Puede  obtener más información aquí.